Después de un mes fuera de juego por una serie de motivos personales, intento retomar la normalidad escribiendo de nuevo. Durante este mes me han sucedido algunas cosas que van a condicionar de alguna manera mis actividades a medio plazo, incluidos los temas de programación.
La primera de ellas es que tengo un nuevo ordenador. Después del enfado con los precios de los nuevos portatiles de Apple pensé que el iMac sería mi último ordenador de Apple. Sucedió que me enteré de una tienda donde vendián MacBook blancos, el modelo de 2.1GHz, 1GB de RAM y 110GB de HD a un precio bastante asequible. No tuve mucho tiempo para pensarlo pues en la tienda sólo quedaba uno de estos ordenadores y lo compré. Pensé que era el complemento ideal para el iMac y realmente me apetecía tener de nuevo un portátil además de que su reducido tamaño viene muy bien para poder llevarlo de acá para allá. He ampliado la memoria a 2GB por menos de 24 € y el ordenador funciona muy bien. Así que de momento el iMac sigue en la enfermería y el MacBook es mi ordenador de trabajo en casa. Es un gustazo poder sentarte en cualquier parte con el ordenador y ponerte a trabajar donde más a gusto estás en cada momento del día.
La segunda es que por temas de trabajo estuve cacharreando un poco con Java. Este lenguaje nunca fue santo de mi devoción, quizá porque no me acabaron de gustar el aspecto de las aplicaciones de escritorio hechas con Swing o porqué siempre lo consideré un lenguaje demasiado complejo. Como decía, tuve que hacer un pequeño trabajo con Java, para lo cual tuve que utilizar NetBeans y empezó a picarme la curiosidad. La verdad es que visto de una manera objetiva es un lenguaje que tiene todos los puntos a favor para desarrollar con el: es gratuito y casi libre, multiplataforma, sirve tanto para hacer aplicaciones web como de escritorio, hay muchísima información sobre el mismo, muchísimas herramientas para trabajar con él y existe una amplia comunidad de programadores que lo respaldan. Esta primera toma de contacto me ha hecho ver la debilidad de los muchos prejuicios que siempre he tenido con este lenguaje y a abierto mi interés por aprender más de él.
Por último, me declaro seducido por ‘Los hombres que no amaban a las mujeres’, el primer libro de la trilogía Millenium de Steig Larsson. Las primeras 500 páginas del libro se me han hecho cortas, y hace tiempo que no disfrutaba tanto con un libro. Aprovecho cualquier momento libre para leer las aventuras de Mikael Blomkvist y Lisbeth Salander, una pareja un tanto peculiar que me están haciendo pasar unos momentos de lectura sumamente agradables.